Aureo Herrero

 

Colaboraciones

 

CINCUENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Por María Elisa Martín Lanchas


El Barraco, 17 de agosto de 2008.

 

Juan Ramón Jiménezuan Ramón Jiménez nació en Moguer (Huelva) en 1881. Comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla, pero la abandonó apenas iniciada para dedicarse a la pintura, que le atraía muchísimo. Sin embargo, no es tampoco ésta en la que va a realizarse, sino en el campo poético quizá influenciado por la poesía becqueriana.

A los 19 años publica su primer libro de versos, "Almas de Violeta", hecho casi coincidente con la muerte de su padre, la que le produce una conmoción tan fuerte que cae enfermo. Para que pueda recuperar la salud, le ingresan en un sanatorio mental cerca de Burdeos. Después de pasar unos meses allí, siente nostalgia de España y regresa a Madrid donde continúa su tratamiento médico en el Sanatorio del Rosario. A una de las monjas que le atiende, sor María del Pilar Jesús, le dedicaría "Arias Tristes". Antonio Machado, al recibir este libro, le escribe: "por él he pensado y he sentido y he llorado"

Alrededor de 1905 vuelve a su pueblo natal, abatido psicológicamente, donde pasará varios años escribiendo incesantemente, siendo de esa época su famoso libro "Platero y yo". También de entonces es el pleito familiar sostenido con el Banco de España que va a dejarles en la ruina. Ante tal situación, abandonaría Moguer para residir, de nuevo, en Madrid, decisión trascendental en su vida, pues al alojarse en la Residencia de Estudiantes coincidiría en ella con Zenobia Camprubí, de la que se enamoraría, haciéndola después su esposa en Nueva York. Regresan a España y se instalan en Madrid. Zenobia será ya siempre una espiritual y fiel colaboradora del poeta. Con la ayuda de Juan Ramón, llevará a cabo traducciones del poeta hindú Rabindranath Tagore, Premio Nóbel de Literatura en 1913.

Respecto a su famoso libro "Platero y yo" tras ser publicado provocaría un momento muy desagradable cuando Dalí y Buñuel, que tenían, ellos, la obsesión de los burros podridos, le escribieron el telegrama que decía: "Nuestro distinguido amigo: nos creemos en el deber de decirle, sí, desinteresadamente, que su obra nos repugna profundamente por inmoral, por histérica, por arbitraria. Especialmente, ¡Merde! Para su "Platero y yo", para su fácil y malintencionado Platero y yo, el burro menos burro, el burro más odioso con que hemos tropezado. ¡Mierda!. Sinceramente, Luis Buñuel y Salvador Dalí". No por nada, años después, se referiría Juan Ramón a Dalí como el "catalancito terrible".

La vida transcurre felizmente, enamorados, compenetradísimos y muy realizados, pero un lamentable hecho les procuraría un disgusto que perduró siempre y muy especialmente en él. Se trata del suicidio de Margarita Gil Roesset, una atractiva jovencita, conocida como Marga, gran promesa de la escultura vanguardista de la época, amiga del matrimonio, y quien no pudiendo soportar el gran amor que sentía por nuestro personaje, un día del mes de Julio de 1932 decidió poner fin a su vida pegándose un tiro. Sólo contaba 22 años de edad. Dejó escritas algunas cartas; entre ellas, una para Zenobia, diciéndole el motivo y que la perdonase, porque de haber correspondido él, se habría atrevido a todo.

La mañana del desgraciado suceso, Marga dejó en casa de los Jiménez un sobre con las 69 páginas de su diario. El poeta le guardó durante años en otro marrón más grande en el que, día a día, fue añadiendo poemas, los recortes de periódicos con la noticia de su muerte, fotos de ella y de sus esculturas, etc... Todo con destino al libro que pensaba publicar a su memoria bajo el título de "Marga". Desgraciadamente, le sería robado en el saqueo a su domicilio poco después de estallar la guerra civil.


El mayor poeta en lengua española del siglo XX se distinguía también por el aprecio especial que sentía por los niños. Juan Ramón advertía que él nunca había escrito nada especialmente para los niños, porque pensaba que el niño puede descubrir la belleza literaria en los mismos libros que el adulto. Y es verdad que los niños leen "Platero y yo" con tanto gusto como los mayores. No tuvo hijos y solo convivió con sus sobrinos cortas temporadas. Los trataba como si fueran adultos. No descendía él a su nivel, sino que los elevaba a ellos al suyo. Tal actitud era innata en él y por eso se comportaba así con todos los niños, no solo con los hijos de sus amigos. La enfermera puertorriqueña que le atendió ejemplarmente en los últimos meses de su vida estaba admirada del cariño con el que trataba a los escolares que se acercaban a él para firmarles algún ejemplar de su libro "Platero y yo". En cambio, costaba lo indecible hacerle firmar una carta o un libro de los que le enviaban para que os dedicara a personas a veces muy importantes. Los niños sabían quién era, pero solían llamarle Platero.

Otro rasgo a tener en cuenta dentro de la personalidad del poeta era su gran humanidad. A punto de marchar para EEUU., Juan Ramón llevó al monte de piedad los pocos objetos de plata y algunas alhajas que poseían él y Zenobia, con el propósito de donar el importe a su guardería de niños.

Durante los tres años que permanecen en Cuba, en Junio de 1937 atraca en el puerto, rumbo a Méjico, un barco lleno de niños evacuados de España. Juan Ramón sube a bordo, conmovido, para pasar un rato entre aquellas criaturas víctimas de la locura desencadenada por los generales traidores.

Tres veces fue propuesto para miembro de la Real Academia Española. Declinó siempre la deferencia. En una carta a Pemán le responde: "para mí, las academias son y deben ser institutos de trabajo, no galardones; debe ser académico el que ha demostrado que puede trabajar en las labores propias de cada una. Yo ya le dije a Marañón cuando vino a invitarme, que me imaginaba que él era académico de la lengua para mirarle la lengua a los académicos y que estaría mejor en la de medicina, ¿qué hacía un poeta, un creador iluso, en uno de esos sillones sabios?"

Instalados definitivamente en Puerto Rico, la Academia Sueca le concede en 1956 el Premio Nóbel de Literatura. Recibirá de los labios moribundos de Zenobia la noticia ("¡Ahora!" parece que exclamó con amargura) y tres días después, fallece su compañera. Juan Ramón viviría dos años más. En su testamento dispuso que la cuantía del Nóbel se dividiera en dos partes iguales y se distribuyeran entre la Universidad de San Juan de Puerto Rico y su Casa-Museo en Moguer, a la que, también legó su completísima biblioteca, cartas, una completa documentación y varios enseres.

Desde 1958, los restos del poeta, descansan al lado de Zenobia en el camaposanto de su nunca olvidado y siempre añorado Moguer, inmortalizado en las páginas de aquel "Platero y yo" que tanto había molestado a Dalí y Buñuel.

 

 

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