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Colaboraciones
"ANDRÉS SEGOVIA Y YO"
Por FERNANDO DE SALAZAR SERANTES
RELACIONES
u primera mujer se llamaba Adelaida Portillo Balaguer, no Panadero, no se de donde se han sacado lo de Panadero, es una equivocación. Creo que ella tenía una hermana y un hermano.
Doña Teresa de Cangargüelles murió de Parkinson hace años también. Ella era prima carnal de Adelaida. Para Andrés, ella fue uno de sus mayores confidentes, incluso cuando ya Segovia estaba separado de Adelaida. Teresa se mudo de la calle Alcalá a la calle Juan Ramón Jiménez, justo al lado de donde yo vivía. (Carlos Maurrás, cerca del paseo de la Castellana), por lo que mantuvimos una buena relación hasta su muerte, ya que venía mucho a mi casa a ver a mis padres.
Su segunda pareja estable y conocida fue Olga, no recuerdo su apellido, aunque he oído hablar bastante de ella. Era también una artista, cantante, tocaba un poco la guitarra y creo que le oí comentar que también se manejaba en el piano. Olga era un tanto bohemia y liberal, y gustó a Segovia casi a primera vista.
Su segunda esposa fue una pianista llamada Francisca Madriguera, quien al parecer le orientó un poco en el sentido armónico y compositivo, pero yo no tengo comentarios directos sobre ella por parte Andrés. Su tercera mujer fue Emilia , “Emilita” para la familia, una estudiante de guitarra que le presentaron al maestro, siendo esta todavía muy joven. Ella es la que hoy en día es marquesa de Salobreña, título que concedió el rey a Segovia, todavía en vida.
Si quieres más datos familiares, yo creo que el contacto ideal sería el hijo que Andrés tuvo con Adelaida. Su nombre es Andrés Segovia Portillo y desde hace muchísimos años vive en París. De hecho yo creo que ya desde pequeño no vivió en España. Segovia se reunía con el en París. Lo que no tengo es el teléfono, ni la dirección. Debe de ser muy mayor, ya que la diferencia que se lleva con Carlos Andrés, hijo que tuvo muchísimos años después con Teresa, su segunda esposa, es enorme. Carlos Andrés tenía siete años, o así, cuando yo iba por su casa y Andrés Segovia Portillo oí decir que tenía ya unos cuarenta y tantos. Probablemente la guía de teléfonos de París no tenga muchos Andrés Segovia y podrías intentarlo y hacerle una entrevista.
FAMILIA, INICIOS - HUIDA Y REGRESO A ESPAÑA
Adelaida, mi tía, y primera esposa de Andrés Segovia, vivió algún tiempo con él en Montevideo, Uruguay, ya que a la vuelta de una gira por la Unión Soviética en 1936 y tras un concierto en Génova, Salvador de Madariaga le avisó por carta de que no volviera a España. La guerra civil estaba ya casi en marcha y el desorden social había alcanzado cotas inadmisibles.
Andrés pensó que todo era una exageración y no hizo caso. Ya estando en Barcelona, tuvieron que huir repentinamente de las hordas y patrullas del Frente Popular que deshicieron su casa y robaron todo lo que consideraron de valor, quemando después algunos muebles. La idea era arrestarle y acabar con su vida de un tiro, pero no le encontraron ya en casa, alguien que le apreciaba le había avisado a tiempo. Huyó, por tanto a París y luego desde allí a Uruguay y luego a Argentina, donde se instaló bastante tiempo tratando de rehacer su vida. En ese tiempo, alrededor de 1939, fue cuando tuvo contacto con Manuel de Falla.
Andrés Segovia no era precisamente franquista, de hecho era un demócrata convencido, cristiano no practicante y persona muy razonable y culta. Pero hablaba pestes de los revolucionarios, de los bolcheviques, los comunistas a los que no podía aguantar, y en especial de los desordenes del Frente Popular en los momentos previos a la guerra civil española.
Finalmente, volvió a España al término de la guerra y convivió con un régimen político que no le agradaba, pero que tampoco le molestaba para nada. Vivía la mayor parte del tiempo en el extranjero, dando conciertos y sintiéndose bien acogido en todos los lugares que recorría, especialmente en Estados Unidos, pero pensando siempre en descansar en algún lugar de España, concretamente en Andalucía y en Madrid.
Andrés tuvo con Adelaida un hijo. Su nombre es Andrés Segovia Portillo y desde hace muchísimos años vive en París, creo que casi nunca estuvo en España y las veces que oí a Andrés hablar de él es porque se habían visto en la capital francesa, que es donde su hijo residía.
Los inicios de su relación con Adelaida fueron complicados, pues ni Andrés era de familia noble, ni tampoco bien acomodada, tal y como rezan algunas biografías que inventan lo que no saben y tratan de crear un mito basándose en asuntos puramente sociales.
El mismo Segovia comentaba muchas veces como conoció la guitarra, en la ebanistería de su tío, donde un gitano trabajaba esporádicamente y a veces tocaba flamenco muy básico con su guitarra. Desde el principio Andrés se sintió atraído por el instrumento de seis cuerdas. Tuvo que pedir permiso a su tío, para que el gitano le enseñase al menos los acordes y arpegios básicos.
Pronto Andrés había absorbido y asimilado todo lo que aquel hombre podía enseñar y así empezó a investigar por su cuenta, a leer música y a ampliar su conocimiento de obras musicales, convirtiéndose así en autodidacta con un esfuerzo personal, que muy pocas personas hubieran sido capaces de realizar.
Andrés Segovia pasó de tocar en reuniones familiares y eventos sociales de poca monta, a dar su primer concierto serio en Granada con quince años.
Hay una consideración relevante que hacer sobre estos inicios de Andrés Segovia y que no he visto hacer a nadie en ningún artículo.
La valía de Segovia es todavía superior a la que todo el mundo cree conocer. Es difícil imaginar como un chico nacido a finales del siglo XIX en un pueblo como era Linares entonces, a base de esfuerzo propio, se convierte en una figura universal de la música. No son sólo las barreras musicales, sino culturales y sociales las que Andrés Segovia tuvo que romper con una inteligencia y un esfuerzo personal muy fuera de lo común.
Andrés Segovia, no sólo consiguió salvar la vida huyendo de España, sino que evitó después ser triturado por ese afán destructivo que ha tenido la sociedad española para con todos sus hijos de talento. Para ello, tuvo los apoyos necesarios fuera de su país, en Estados Unidos y Sudamérica.
Creo que queda claro que Andrés Segovia no procedía de una familia adinerada, ni aristocrática. Adelaida, su primera mujer, si era de una familia de dinero y muy bien acomodada y aunque tenían cierto contacto con la aristocracia, no pertenecían a ella. Además Andrés Segovia tenía otra cosa en su contra y era su carrera como artista. Los artistas en aquella época eran admirados y aplaudidos por todos, pero luego formaban un sector no deseable en general, para formar una familia estable, ni de cierto nivel social.
Adelaida tuvo que imponerse a su familia y enfrentarse a sus padres para casarse con Andrés
Primero se fue de su casa para residir en la casa de su prima Mª Teresa de Cangargüelles, en la calle de Alcalá, frente al Retiro, entre las calles de Velázquez y Goya
Allí iba a visitarla asiduamente Andrés Segovia siempre que sus compromisos artísticos se los permitían, hasta que pudieron obtener el permiso eclesiástico para casarse sin el consentimiento paterno.
Muchas de las relaciones de Adelaida en la sociedad madrileña, le abrieron puertas a Segovia, especialmente en el Ateneo de Madrid, donde ofreció algunos de sus más memorables conciertos antes de salir de España.
Tanto Andrés como Adelaida tenían un carácter muy fuerte y los amigos que les conocían bien, decían que cuando discutían lo hacían en sus habitaciones y en voz muy baja, cuchicheando, pero las muchas pulseras que llevaba Adelaida en los brazos, sonaban como maracas en aquellos fuertes enfrentamientos.
El verdadero carácter de Andrés Segovia era también realmente aguerrido. En una ocasión Adelaida y Segovia iban caminando por La Castellana, recién pasada la plaza de Colón, aproximadamente donde hoy está el Hard-Rock Café Caminaban deprisa y separados, iban furiosos porque acababan de discutir uno con otro. Andrés seguía a su mujer a cierta distancia, cuando un desconocido piropeó groseramente a Adelaida, que era mujer de una belleza exultante y muy llamativa. El desconocido pensó que ella iba sola y no relacionó la presencia de Segovia con la de ella. Andrés Segovia no se lo pensó dos veces y se interpuso con una velocidad felina, ahuyentando a bofetadas a aquel extraño sin mediar palabra.
Fueron los escarceos de Andrés, a veces superficiales con otras mujeres, y el carácter fuerte de ambos, lo que terminó con su matrimonio con Adelaida.
Su segunda pareja estable y conocida fue Olga, no recuerdo su apellido, aunque he oído hablar bastante de ella. Era también una artista, cantante, tocaba un poco la guitarra y creo que le oí comentar que también se manejaba en el piano. Olga era un tanto bohemia y liberal, y gustó a Segovia casi a primera vista.
Su segunda esposa fue una pianista llamada Francisca Madriguera, quien al parecer le orientó un poco en el sentido armónico y compositivo, pero yo no tengo comentarios directos sobre ella por parte Andrés. Su tercera mujer fue Emilia, “Emilita” para la familia, una estudiante de guitarra que le presentaron al maestro, siendo esta todavía muy joven. De este matrimonio tuvo a su segundo hijo al que llamó Carlos Andrés. Ella es la que hoy en día es marquesa de Salobreña, título que concedió el rey a Segovia, todavía en vida.
MI PRIMER ENCUENTRO CON SEGOVIA
Ni siquiera me gustaba la música, era algo ajeno a mi vida. No sé como ocurrió, pero empecé a tocar la guitarra eléctrica con once años. Era finales de 1968 y yo estaba influido por Jimi Hendrix, Eric Clapton, Jeff Beck, Led Zeppelin y su guitarrista Jimmy Page. Se publicó unos tres años más tarde el álbum “Pictures of an exhibition”, la suite para piano de Modest P. Mussorgsky, en versión rock por Emerson, Lake & Palmer. Me volví loco con aquella música, me pareció una genialidad. Hay un tema en el álbum que me pareció especialmente atractivo. Se llama “The Sage”, en el que Greg Lake interpreta una pieza clásica con guitarra acústica. Aprendí aquella pieza de oído y la tocaba constantemente con una guitarra española, malísima, que era de mi hermana.
Un día mi madre, me dijo que quien interpretaba bien aquel tipo de música con la guitarra era Andrés Segovia. Yo no sabía quien era, pero me compré un disco que se llama “Recital Bach” (Everest Records EEUU 1972 – publicado en España por Movieplay).
Me impresionó tanto la interpretación de Andrés Segovia, que oía el disco una y otra ves de forma obsesiva, intentando aprender de oído lo que el hacía. Esta tarea resultó infructuosa y compré las partituras, pero tenía el problema de que no sabía leer música. Usé los recursos que tenía, aprendía a leer las partituras a la vez que seguía el disco nota por nota. Conseguí, con este método tan poco fiable, tocar “Chaconne en Re menor” de Bach, “Recuerdos de la Alhambra” y “Capricho Árabe” de Francisco Tárrega. Tocaba aquello durante horas y horas y abandoné definitivamente la guitarra eléctrica.
Tanta era mi afición, que mis padres decidieron hablar con Mª Teresa Cangargüelles, prima de Adelaida y viuda de mi tío, Rafael del Riego. A su vez, Adelaida era tía segunda mia por otro lado.
Mª Teresa llamó directamente a Andrés Segovia, con quien tenía una amistad y una confianza enorme desde la época en que acogió a Adelaida antes de su matrimonio. Para ella, Andrés era como un hermano con el que mantenía un estrecho contacto.
Segovia nos dio una cita enseguida para verme tocar. Estaba en Madrid en su casa de Concha Espina, frente al Liceo alemán. Era 1973 a finales de Junio, llegamos a su casa a eso de las seis de la tarde. Subimos y al poco nos abrió el propio Segovia en persona. Aquello me parecía tan irreal como mal un sueño.
Andrés nos saludo afablemente y nos metimos en un pequeño ascensor que llevaba a la buhardilla que él tenía como estudio. Nos explicó que era sólo un piso, pero que no quería usar la escalera.
Me vi. metido en un pequeño ascensor con Andrés Segovia, el no paraba de hablar con Mª Teresa y me sonreía constantemente, lo que me producía más nerviosismo todavía.
Entramos en el estudio, era pequeño, había varias librerías abarrotadas de libros y papeles colocados de todas las formas imaginables, fundas de guitarra, supongo que con un magnífico instrumento de algún lutier famoso dentro.
Ellos se sentaron en un pequeño diván que había junto a los pequeños ventanales y yo en un silloncito enfrente. Había fotos de Segovia con Emilia, de Carlos Andrés y de él mismo con otros músicos.
Tras un buen rato de charla y de intercambio de recuerdos con Mª Teresa, Segovia se dirigió a mi con tranquilidad y una sonrisa amable. “¿Qué vas a tocar hijo?”. Tuve que tragar y salir de mi estado de nervios. Ese “¿Qué vas a tocar hijo?”, dicho por el Andrés Segovia que yo veía en las portadas de los discos, me dejó helado.
“Chaconne en Re menor” de Bach. Andrés se echó hacia atrás con sorpresa. “Pero,… hijo, ¿no sabes algo más fácil?”
“Capricho Árabe”, dije yo, Segovia se rió, miro a su amiga y me dijo con cara de broma, “pero hijo, si eso es también muy difícil”.
“Recuerdos de la Alhambra”, aposté yo esta vez sabiendo que no quedaban más posibilidades en mi repertorio.
Segovia se estaba divirtiendo conmigo y me dijo, “Pero…antes de estas obras tan difíciles, ¿No has tocado obras fáciles?... de las que se tocan cuando empiezas”.
“Pues no”, dije yo rotundamente, y sentí en aquel momento que se me habían pasado los nervios del principio.
Entonces intervino, Mª Teresa con su buen hacer y su diplomacia. “Verás Andrés, el chico lleva sólo un año tocando y ha aprendido oyéndote a ti. Tiene muchos de tus discos y ha preparado lo que más le gusta. Además ha aprendido sólo, no ha tenido nunca profesor de guitarra”.
Segovia estaba entonces muy halagado y además interesado en cómo era aquello de tocar esas obras sin profesor y en un año.
“¿Cómo has hecho para aprender las obras que traes?”, preguntó el maestro. “Con las partituras y oyendo sus discos” le contesté seguro de mi mismo.
“Es increíble”, comentó Segovia a Mª Teresa. Se volvió hacia mí y me dijo; “¿Tu sabes que la Chaconne no la quiere tocar casi nadie por lo difícil que es?. Mi amigo Enesco, el gran violinista dice que un músico puede tocar estas obras cuando ya tiene cincuenta años. Antes no se está preparado.”
Contesté que yo no sabía nada de eso, pero que la tocaba.
Andrés Segovia a este punto de la conversación estaba realmente intrigado y tras vacilar, me pidió que empezase la “Chaconne”. Toqué hasta el compás 37 y él me hizo parar. Estaba serio y tras unos instantes, me miró fijamente y dijo, “No está mal, no está mal, pero debes ligar algo más el sonido y el fraseo. Además has iniciado los primeros acordes con el MI en la 2ª cuerda pisada y yo los he puesto con el Mi al aire en la 1ª cuerda. Pero no está mal tocada. ¿Quieres tocar un poquito de Recuerdos de la Alhambra?”, dijo un poquito y no un poco, me estaba tratando como a un niño, que le había sorprendido.
Toqué hasta el compás 22 y me hizo parar de nuevo. “Está muy bien para no haber dado ni una sola clase de guitarra en tu vida. Todo esto, …¿lo has hecho tú solo?”.
Mª Teresa se apresuró a responder por mí, “si Andrés, parece increíble, pero el niño no ha tenido nunca profesor y lleva un año tocando. Lo ha conseguido oyendo tus discos”.
Segovia, halagado de nuevo, me miró afablemente y me espetó, “Toca la escala de Do mayor”. Entonces sí me quedé helado. Yo no sabía tocar apenas una escala, sólo sabía el repertorio que había preparado. Sin embargo, conocía las notas y toque la escala en diagonal, desde el traste III hasta el V, terminando el Do final en el traste VIII, usando tres dedos por cuerda y en extensión.
Segovia me miró más interesado aún y me dijo; “así no se toca esa escala, salvo que haya una necesidad especial para hacerlo así”, se volvió a quedar pensativo.
“Está bien, está bien”, repetía para sus adentros. Después se puso a preguntar a Mª Teresa por cómo le iba a Adelaida. “¿Qué tal está Adelaida?”. “Bueno con sus achaques, como todos”, contestó ella. Vi que habíamos terminado y guardé la guitarra.
Andrés siguió hablando con Mª Teresa e hizo comentarios sobre la formación guitarrística en España, sobre los conservatorios, etc.
Finalmente, dirigiéndose a ambos, a mi y a Mª Teresa, dijo, “Le voy a mandar con Áureo. Es el mejor profesor que yo puedo recomendar. Él le va a dar una buena formación de base y conoce todas mis técnicas. Yo le supervisaré cada cierto tiempo, tráemelo por aquí y así de paso charlamos. Ya sabes a quien me recuerda este chico ¿no?”, sonrió casi imperceptiblemente.
“Si Andrés, ya lo sé, ya lo sé.”. Entonces Mª Teresa le preguntó por algo que era el interés de mi familia. “Andrés, ¿cuando crees que el niño podrá ir a Santiago de Compostela?, a los seminarios que das allí.”
Segovia, muy serio, continuó diciendo que los seminarios de Santiago eran un poco para pasar el tiempo, tomar el aire, hablar de interpretación y reunirse, pero que no eran el lugar apropiado para aprender seriamente y que él recomendaba mejor a Áureo Herrero para darme la formación que yo necesitaba.
Ese mismo fin de semana, Andrés Segovia había telefoneado a Áureo Herrero, maestro de maestros, para comunicarle mi incorporación y pedirle hora. La respuesta de D. Áureo fue inmediata y esa misma semana ya estaba yo en Ministriles 15. Los que hayáis dado clase allí ya sabéis de qué hablo. O tocabas, o tocabas, otra cosa no había, y tonterías las mínimas. .
MICROFONOS
Andrés Segovia admitió, no sin muchos prejuicios, los micrófonos como único recurso para grabar, porque técnicamente la cosa no tenía remedio, sin embargo no los admitía para tocar en vivo, de hecho sólo le vi. aceptar el uso de un micrófono en la Universidad Autónoma de Madrid, en Tres Cantos.
El maestro Segovia, ya muy mayor, hizo una visita informal a la universidad Autónoma y le pidieron que tocara algo. Segovia comenzó con una pavana de Lluys Milán y no se le oía nada- Había una verdadera multitud, los estudiantes y los profesores habían interrumpido sus clases para ver al maestro de la guitarra. Todos se agolpaban en el auditórium de la facultad de derecho, era evidente que no había sitio suficiente para albergar aquel gentío y corrían por los pasillos tratando de entrar. Ante tal algarabía, Segovia dejó de tocar y admitió la sugerencia de usar un micrófono dinámico Standard, de los que usaban los oradores para dar las charlas. Sorprendentemente y conocido el mucho carácter del maestro, D. Andrés no se enfado ni se incomodó por el ruido y la interrupción y aceptó con una sonrisa tocar frente a un dispositivo que el consideraba un compañero infiel, pero necesario. Siempre decía que no reflejaban el sonido real de la guitarra y que afectaban más al sonido de su instrumento que a otros como el piano o el violín..
He oído a Andrés Segovia muchas veces en su casa hablando del asunto de los micrófonos. Decía él que tenía la misma fidelidad que la que había en el matrimonio, y contaba siempre un chiste en inglés que hacía referencia indirecta a eso mismo; High Fidelity, en los discos, los altavoces y los micrófonos de grabación y esa misma High fidelity en el matrimonio, después se reía sarcásticamente.
Segovia se quejaba también de todo aquel aparato que alteraba el volumen natural de la guitarra, ya que “la guitarra no suena tan fuerte al natural como cuando está grabada” y decía que eso distorsionaba la realidad y la percepción de la guitarra real. Por ello también criticó un concierto para guitarra y orquesta cuyo autor era D. Manuel Palau y que se dio en el teatro Real, Para compensar el sonido de la orquesta, la guitarra clásica estaba amplificada. Se había usado una especie de pastilla de contacto que se ponía sobre la tapa armónica e iba conectada a un amplificador pequeño de tipo combo que se situaba bajo el asiento del concertista, con el fin de proyectar el sonido desde el punto más cercano al intérprete. El público, de esa manera, percibiría que el sonido salía de donde se esperaba que saliese y no de un lugar distinto a donde se estaba ejecutando, como ocurre precisamente en los masificados conciertos de rock..
LA ORQUESTA
También he oído varias veces al propio Segovia contar lo de que la guitarra era como una orquesta en pequeño, pero creo que la interpretación que se da en algunos artículos no es la más correcta. Yo creo que el, cuando decía eso, se refería más bien a establecer planos de sonido, es decir; acompañamiento, bajo y melodía. El quería reflejar los distintos planos en una misma guitarra y en las clases él siempre me insistía en apoyar fuerte las notas de la melodía con el anular, marcar el bajo con el pulgar y dejar en segundo plano las cuerdas que representaban los acordes con nota tirada y suave.
Andrés Segovia cultivaba con decisión el uso de “Sul ponticello” y “Sul tasto” con el fin de lograr esos tintes tan especiales de las cuerdas y que aplicaba convencido de lo que hacía en todas las obras que interpretaba.
Mi primera experiencia directa con su técnica fue a colación del estudio número 8 en Si menor, de Fernando Sor. En otro momento Segovia llegó incluso a hacerme tocar sextas y octavas en cuerdas alternas, apoyando ambas notas como si fueran un picado doble. Ponía el índice y el anular rígidos y empujaba ambas notas hacia dentro y luego, con un ligero empujón de antebrazo hacia el clavijero, como si las lanzase al aire, él articulaba aquellas notas con un sonido natural, pero más marcado y fuerte de lo que hubiera sido con otra técnica. Recuerdo como tuve que tocar así todo el estudio número 23, en Re menor de Fernando Sor, editados ambos estudios por la Unión Musical.
Insistía mucho en la vibración realizando un ligero “bending” en la cuerda y en que no hiciera el vibrato que se suele hacer parecido al violín, agitando la mano arriba y abajo. Decía que esto en la guitarra no valía para nada. Empujaba o apoyaba las notas con el pulgar en la 5ª y la 4ª cuerda creando un sonido único, “redondo”, decía él, que “quería” ser un cello. En algunas grabaciones ese mismo sonido retumba y distorsiona un poco. Sorprendentemente eso no le molestaba, cosa curiosa para lo que el pensaba del sonido. Este efecto se oye claramente en su disco sobre obras de J.S. Bach del año 1972 de la discográfica Everest Records donde interpreta Chaconne en Re menor de la partita número III para violín. (Everest Records EEUU. Número de serie 3.261 año 1972. Publicado en España por Movieplay Records)
Pretendía él, que la tercera cuerda tocada en los trastes superiores se parecía a una trompa en un registro agudo o a un meloso clarinete, o que acordes mantenidos en los bordones recordaban de alguna forma a los trombones. Una vez Segovia, de buen humor me hizo el truco de retorcer la 5ª cuerda sobre la 6ª y pulsarlas, imitando el sonido de una caja o un tambor con bordones redoblando. Me dijo que estas cosas, a veces, eran algo así como “bobadas” y que el conocía muchos viejos trucos, pero que no los usaba.
Eso sí, D. Andrés disfrutaba con los acordes en registros medios y altos combinados con cuerdas al aire, los arpegiaba en el efecto que Dionisio Aguado denominaba en su método; “Campanellas”. Por esa razón, Segovia decía que Villalobos era un maestro en eso de hacer sonar a la guitarra en sus más atractivas posibilidades. Sin embargo, creo que D. Andrés que nunca fue un ingenuo, siempre fue consciente de que la guitarra no podía imitar la orquesta sinfónica tal cual. También es cierto que Segovia derrochó grandes energías para mejorar guitarrísticamente obras que a él le parecía que valían compositivamente, pero que por desconocimiento de sus autores sobre la guitarra, tenían problemas de digitación y de sonoridad. El, como concertista consumado que era, puso su experiencia a favor de otros, para producir obras brillantes y adecuadas a la guitarra.
Según Andrés Segovia, la orquesta sinfónica era demasiada masa sonora para coexistir con el sonido de la guitarra, que el veía como intimista, no como pobre o débil. Decía D. Andrés que la guitarra perdía esas características sonoras que la hacían tan valiosa a solo. Decía que su sonido se volvía metálico y plano, para sonar junto a la orquesta. En definitiva, Segovia nunca vio con buenos ojos la unión.
OTROS GUITARRISTAS
Aquí hablo de lo que yo personalmente. he oído a Andrés Segovia sobre otros guitarristas de la época.
Segovia dio durante muchos veranos unos seminarios en Santiago de Compostela, que terminaban con un certamen y un premio a uno de los asistentes.
Muchas imágenes de estas clases magistrales están a vuestra disposición en Internet en los servidores de YouTube, están en blanco y negro y son de un valor incalculable para los que quieran conocer el mundillo de la guitarra clásica y de Andrés Segovia.
El gran maestro tenía predilección y sentía debilidad por las mujeres. Una mujer era para él lo más atractivo que podía ponérsele delante. Si además la mujer era atractiva y llevaba una guitarra en las manos, Segovia se deshacía en halagos, en atenciones, desplegaba sus frases más dulces y suaves, se le colaba el acento andaluz entre su horrible pero fluido inglés.
Parecido, pero menor, agrado sentía D. Andrés por los que empezábamos, como yo. Te iluminaba, te guiaba, eras un hijo guitarrístico, era próximo y gentil. Si valias y además eras muy joven, mejor aún.
Pero ¡ay! si eras un concertista ya maduro, si eras un profesor, en pocas palabras; un profesional. Segovia entonces te esperaba con el martillo de hierro envuelto en un guante de seda y al menor error o diferencia de opinión te lanzaba la andanada. Véanse los videos en YouTube y las broncas a algún que otro asistente al seminario y la irritación contenida que muestra con ellos.
!Ay1 también de aquellos que entraban en cierta competencia con él y a los que no consideraba verdaderos genios. De Narciso Yepes, al que apenas nombraba, decía en privado que era un gran trabajador de la guitarra. Esto parecería a cualquiera un elogio, pero había que verle la cara de risa que ponía. ¿Qué quería decir con eso?, pues que no tenía talento alguno, que era una máquina tocando, que no interpretaba y que lo de la guitarra de diez cuerdas era una idiotez que no servía para nada, salvo para llamar la atención de los ignorantes musicales. Además decía que no había obras para ese tipo de guitarra, a lo que Narciso contestaba que las cuerdas graves añadidas, daban un sonido extra, ya que estas vibraban por simpatía. Esto de la “simpatía” hacía reír a Segovia y así le venía al paso para hacer comentarios jocosos con un algo, o un mucho de malicia.
Regino Sainz de la Maza, era una especie de mezcla entre protegido y enemigo metido en propia casa. No tuvo Segovia pocos encontronazos con Regino, sobre adaptaciones de obras de Bach, sobre interpretación, sobre cruce de intereses, en conciertos, en puestos a ocupar, y sin embargo, seguían tratándose de tú a tú y a su vez, sirviendo Regino de Némesis de Segovia y a la vez de amplificador de la fama de este último y este a su vez, de ayuda a la carrera de Regino.
D. José Tomás, quien asistiera en su día a los seminarios de Santiago de Compostela y que llegó a ser catedrático de guitarra en Alicante, no le entró jamás a Segovia por la vista. Tomás tocaba con la mano derecha torcida, casi en paralelo con las cuerdas y con la palma enfrente de las cuerdas. A Andrés no le gustaba absolutamente nada esta forma de tocar y le sacaba todo tipo de defectos, lo que no arredró a D. José Tomás, quien siguió tocando igual, lo que a su vez, levanto los comentarios más airados de Segovia, harto de decirle que así no iba bien la cosa.
D. Jorge Ariza, quien fuera catedrático de guitarra en el conservatorio de Madrid, también obtuvo lo suyo en Santiago de Compostela, este era otro guitarrista al que Segovia no miraba bien, estaba en la categoría de los que le seguían, pero no eran ni valientes, ni genios y no interpretaban la música como el decía que había que hacerlo. Por otro lado, la relación paralela de Ariza con Regino Sainz de la Maza tampoco agradaba en demasía al maestro.
Esto provocó que a su vez Ariza mirara con ojos hipercríticos a todos los alumnos que nos presentábamos a examen por libre, sabiendo que veníamos preparados por D. Áureo Herrero y por consiguiente, que veníamos de la línea directa de enseñanza de Andrés Segovia.
Tenía Segovia una gran simpatía por John Williams. John era un americano afable y fácil de tratar que adoraba a Segovia. Andrés le tenía en una gran estima y consideración por sus aptitudes compositivas y sus capacidades guitarrísticas, si bien el nunca llegó al virtuosismo de Segovia y si no me creéis, comprobad qué obras tocaba Andrés y cuales tocaba Williams.
Menos contacto tuvo Andrés con Julian Bream, otro gran guitarrista clásico, que tomó mucho o todo, de la técnica de Segovia y de sus interpretaciones. Véase el concierto para guitarra y orquesta de Villalobos por la discográfica RCA Records número de serie SB_6852. La orquesta la dirige André Previn y Julian añade el estudio en do# menor y los cinco preludios disponibles de la serie, ya que el sexto, inexplicablemente se perdió. Segovia hablaba bien de Bream, pero tampoco se extendía demasiado.
Alirio Díaz, venezolano que conoció a Segovia a través de Regino Sainz de la Maza y que llegó a ser asistente de Segovia en la escuela de Siena, era para Segovia un gran guitarrista, que, según las propias palabras de Andrés, cautivaba fácilmente al público.
Los americanos, los canadienses y en especial los japoneses, eran todos muy del agrado de Segovia, pues los veía, con una simpatía condescendiente, como una gran masa de seguidores sin nombre, que no competían, ni competirían nunca con él y a los que consideraba instrumentistas francamente anónimos. Estos a su vez estos evangelizaban el mundo de la guitarra allende los mares, en su nombre y engrandecían así su fama, sin ensombrecer la personalidad y la aportación del que piensan que era el único gran maestro de la guitarra.
LA TECNICA
Las escalas eran para el un poco la fuente de algunos de sus trucos, por así decir. Segovia publicó un cuadernillo de escalas en todos los tonos, mayores, menor armónica, menor melódica. Él me pedía que siguiera esas digitaciones suyas al dedillo. Luego cuando el preparaba algún pasaje de concierto y necesitaba rapidez, hacía la escala con tres notas por cuerda, con extensiones y no con cambios de posición y usaba tres dedos en la mano derecha y no dos, como frecuentemente se ve. El usaba anular, medio e índice, parecido a un trémolo, pero apoyando las notas, de forma que tocaba más rápido y más relajado.
Sus guitarras eran un poco más grandes de lo normal y exigían una extensión continua de la mano izquierda que cansaba los tendones. Segovia tenía la mano grande y muy blanda, tocaba relajado, forzando poco la posición y usando el peso del antebrazo derecho, con ese juego de tirón lateral hacia arriba. Por eso, él si podía pedir que le hicieran esas guitarras y tocarlas sin problema. Trataba de conseguir un sonido más “grande”, él aquí no empleaba la palabra fuerte, sino “grande”, pero a la vez natural. Buscaba más la elongación del cordaje, aunque tuviera trastes más grandes, que la adición de cuerdas graves como hizo Narciso Yepes, al que Segovia nunca aprobó.
Usaba cuerdas “La Bella” que tenían menos tensión que las “SAVAREZ”. Además, el era endorser de “La Bella”, decía que le gustaba más su calibre y que el tono era menos metálico y artificial que el de la marca francesa Savarez.
EL TEMPO y el “EMBELLECIMIENTO”
Es obvio para cualquiera que haya estudiado guitarra clásica con un profesor bien formado y que luego haya escuchado a Segovia, en vivo o en sus miles de grabaciones, que el maestro raras veces ejecutaba la pieza tal y como estaba escrita.
Óigase por ejemplo el disco que he mencionado antes sobre Sebastian Bach. Hay pasajes retardados en series enteras de corcheas, hay arranques de rapidez en las fusas.
Si oímos Capricho Árabe de Francisco Tárrega, ocurre lo mismo; ese constante “ad livitum” hace aparecer corcheas con puntillo y algo que casi parecen síncopas, cuando en la partitura no hay nada de esto.
El decía siempre que había que “embellecer” las cosas que otros escribían y después sonreía con malicia. Para el era lógico pensar que la notación musical no era suficiente y no reflejaba todo lo que se podía decir en un obra, por lo que el “re-pensaba” la pieza y decidía que iba a cambiar en ella, en ese ambiente de “rubato” quasi permanente.
A él le sonaban bien las partes clásicas, que consideraba de ejecución estricta, especialmente en estilos como los de Mauro Giuliani, Fernando Sor, o Dionisio Aguado y Napoleón Coste.
Segovia adoraba a Lluys Milán, a Narváez y a Gaspar Sanz y aunque era música renacentista, la re-interpretaba a su manera irregular. Donde sí se permitía libertades Segovia era con Manuel Ponce, Leo Brower, su amigo Castelnuovo Tedesco y más especialmente con Heitor Villalobos.
Sobre esto tengo una experiencia personal, que no voy a olvidar, referida al estudio número 7 de Villalobos.
Tengo un disco donde Segovia interpreta esta pieza (MCA Records número original de serie MAC S-2358. Año 1970). A mi me encantaba como lo hacía. Yo tenía la partitura de Villalobos y preparé el estudio número 7 imitando nota por nota al maestro. Las escalas en Mi mayor, alteradas y cortadas antes de llegar al MI, las subidas por el mástil con los semitonos ligados en la primera cuerda y que reflejan las séptimas disminuidas, etcétera.
Me pide el maestro Áureo Herrero esta obra y aparezco con ella tal y como he contado que lo hacía Segovia. Al primer pasaje, ya grita Don Áureo “No, no, no, así no es”, me quedo perplejo y Don Áureo prosigue al ver mi cara de sorpresa, “…yo ya sé que Don Andrés lo hace así, si, yo también he oído el disco, pero estamos estudiando y Vd. Tiene que hacerlo tal y como está escrito, no como lo toca Segovia”.
Bueno, ¡que jarro de agua fría!. Otra vez a empezar. Tuve que tocar el estudio con todas las semicorcheas cuadradas y a un mismo tempo. El estudio quedaba realmente horrible y así no tenía ninguna gracia. Me di cuenta de porqué Andrés Segovia lo modificaba todo cuando tocaba. Ese era el “embellecimiento” del que hablaba.
Llegué una tarde a la buhardilla-estudio de la calle Concha Espina y me proponía tocar el estudio número 7. Estaba tan nervioso que ni siquiera había comido, estaba en el dilema de tocarlo tal y como estaba escrito, o como lo tocaba Andrés.
Me pareció que ese día estaba el maestro de la guitarra de buen humor y sobre todo de apariencia paciente, la paciencia no era algo que le caracterizase, pero…
Yo le planteé mi duda nada más empezar a hablar y el sólo me dijo que tocase. En un segundo decidí tocarlo como él, hacer un calco de su propia grabación.
Toqué la primera parte justo hasta donde empiezan los primeros arpegios con la melodía apoyada en la 1ª cuerda. Segovia intentaba no sonreír, pero tenía cara de guasa. Me dice entonces; “¿Por qué lo tocas así?”.
“Porque lo he oído en su disco y siempre me ha gustado así, no como está escrito”, le contesto yo.
“Bien”, me responde él, “pero ¿como te dice Áureo que lo toques?”,
“Como está escrito, que es feísimo”, le contesté yo con convicción.
“Ya hijo, pero ahora lo tienes que estudiar y leer como es, no como tu me lo has oído a mi en el disco, ¿No te parece?”
Pero a Andrés Segovia se le veía muy halagado al comprobar hasta qué punto llegaba su influencia en el mundo de la guitarra, halagado por sus seguidores, por los que comprábamos sus discos, llenábamos sus conciertos, seguido por los iniciados de aquel instrumento que el había llevado a la cúspide. Andrés Segovia, y no es malo reconocerlo, era vanidoso, él se sabía un gran artista y no podía desprenderse ahora de ese equipaje..
Finalmente me dijo; “Tócalo durante un mes como te ha dicho Áureo y luego lo tocas como tu quieras, … ¿Qué te parece?”, jamás fue autoritario conmigo, pero sé que lo ha sido con otros.
Claro, …¿Qué me iba a parecer?, … genial, todo lo que te diga Andrés Segovia sobre la guitarra es genial, sobre todo cuando tienes diecisiete años y él te trata de tú a tú.
LA COMPOSICION
Andrés Segovia se codeo con los mejores compositores de principios del siglo XX. Joaquín Turina le encantaba e hizo para Segovia el Fandanguillo, que yo preparé para 5º de guitarra con el propio Segovia y que luego me corregía D. Áureo aquel mismo verano en El Barraco.
Rodrigo le parecía un prepotente y un creído, decía que era bueno, pero no se llevaba con él, resultaban casi incompatibles, creo que apenas tuvieron contacto y si se veían a veces, era por compromisos de trabajo o sociales.
Rodrigo fue toda la vida vecino de mi mujer y mis suegros, en la zona de Recoletos, más exactamente en la calle Villalar, en Madrid. Los que le conocieron un poquito, dicen que era “dificilito” como poco. Se sabía él mismo importante y lo hacía notar a los demás con su despotismo. Véase la manera seca de contestar a los periodistas en alguna que otra entrevista, televisiva, tratándoles de ignorantes musicales y su carácter displicente.
Una tía mía que cursaba Filosofía y Letras en la Universidad Complutense y que era compañera y amiga del autor y escritor español D. Alfonso Paso, asistió a una serie de conferencias que daba Rodrigo sobre música y composición.
Mi tía me confirma lo mismo que sus vecinos, Rodrigo dejaba entrever a los alumnos lo poco condescendiente que era y lo mucho que creía en su valía. D. Alfonso Paso, quien también asistía a estas conferencias, no paraba de hacer comentarios graciosos sobre lo distante y estirado del compositor y lo difícil de su carácter.
Pese a todo esto, Rodrigo daba clases de música porque no tenía un duro en el bolsillo. Eso si, cuando el cantautor francés Richard Anthony, (nombre verdadero ; Richard Btest), hizo la versión cantada del adagio de su “Concierto de Aranjuez” titulada “Aranjuez mon amour” y Rodrigo le denunció por plagio, (tras muchas discusiones sobre el origen de la melodía y un proceso judicial), fue cuando Rodrigo empezó a recibir derechos de autor a lo grande y a ampliar su fama mundial.
De Moreno Torroba no puedo decir lo que decía Segovia, el chiste tenía que ver con su apellido y …bueno, nunca llegó a interpretar los conciertos que este había escrito para guitarra y orquesta, sin embargo, si interpretó otras obras cortas suyas como la Sonatina. Torroba es un compositor que siempre tiene el poso españolista, de tonadilla, demasiado tonal, poco agresivo y con tintes zarzueleros. Vamos que no es precisamente un Leo Brower.
De Falla hizo alguna adaptación, le admiraba mucho y tuvieron algún contacto estando en Argentina, pero el homenaje a la tumba de Debussy se lo había hecho ya a D. Miguel Llobet, buen guitarrista, pero muy inferior a la valía de Andrés Segovia,
A Villalobos le tenía al pobre como un esclavo durante la década de los 40. Segovia le presionaba para que compusiese siempre para guitarra, pero también es cierto que le tenía un aprecio enorme, tanto como compositor, como en el plano de lo personal. Segovia decía que Heitor tenía un desparpajo y un humor para todo que le hacían único y este hacía las delicias de Andrés. Una ventaja enorme de Villalobos era que él mismo era guitarrista y sabía lo que sonaba y lo que no, lo que se podía tocar y lo que era imposible y para Segovia esto resultaba la diferencia esencial con los demás.
En una ocasión nos habló a mi tía y a mi de Heitor, con una sonrisa llena de recuerdos y de charlas con Heitor, pero con amargura. Tanto sentía internamente Segovia la muerte de Villalobos, la pérdida de su talento y de su amistad Segovia comentó lo gracioso que era, las cosas que decía. Heitor, que era un genio de la música, pero era también un hombre de la calle, que se había ganado el pan tocando choros por las calles de Rió y que había dado clases particulares de guitarra para vivir en París, mientras estudiaba con Vicent d’Indy y aprendía las teorías de Debussy y de Stravinsky.
Lo mismo puedo decir de Manuel Ponce, gran amigo, cuya muerte en 1948 le afectó muchísimo. No digamos de Castelnuovo Tedesco que era su amigo del alma y el primero que compuso cosas importantes para guitarra. Cuando Segovia hablaba de Mario, se le llenaba la boca. Él era su amigo italiano, pero residente en Los Angeles, compositor famoso y crítico de música muy valorado en estaos Unidos y compartir su amistad era un verdadero orgullo para el guitarrista.
De Tárrega hablaba bien, ¿Cómo no?, pero le parecía un poco cursi, dulzón, un poco redicho musicalmente hablando. A Segovia también le gustaban mucho los vihuelistas, franceses, ingleses y españoles. (Lluys Milán, John Dowland, Robert de Viseé, Leopold Weiss, Alonso de Mudarra, Narváez y Gaspar Sanz, entre otros muchos).
El mismo Segovia intentó componer, animado por amigos de su círculo. Hizo unos estudios para guitarra, que yo compré hace algunos años en la Escuela de Artes y Oficios de San Fernando. Se trata de un CD, de Discos EMEC, interpretado por uno de esos “alumnos” que conocieron a Segovia unos diez minutos aproximadamente y aprovecharon a hacerse muchas fotos con él. La grabación está hecha con una de las guitarras de Andrés Segovia, se trata de una de las fabricadas por el lutier alemán Hermann Hauser.
Bien, esos estudios, no se si los conocéis, son banales y no valen nada. Segovia no intenta tampoco el virtuosismo personal, no es exagerado, es música hecha sin muchos argumentos musicales de apoyo. Se aproxima a la tonadilla en algunas melodías, ya que sentía él, que era uno de los estilo más propios de la música de España, país que él adoraba con todos sus defectos, aún después de haber vivido mucho tiempo fuera de ella.
Recuerdo una de esas tardes en las que nos comentó a mi tía Maria Teresa y a mí, como se sintió cuando tuvo el desprendimiento de retina que casi le deja ciego. “Ví todo negro y miles de luces que caían como del cielo, sentí como si me fuera a caer al suelo, … fue terrible, porque no sabía lo que me pasaba y llamaba a gritos a alguien para que viniera a ayudarme”. Nos contó como después tocaba la guitarra a ciegas, porqué no dejaba de tocar y estudiar ni siquiera en esas condiciones. Así fue como pensó en componer Estudio sin luz, quizá una de sus más lánguidas piezas grabadas en el disco de EMEC, con matices modales y alguna disonancia temporal que intenta “modernizarla”.
Pero es innegable que le faltaba talento en este sentido. Las piezas son de un tonalismo excesivo y casi ingenuo que no refleja ya la época en la que vivían otros compositores más decididos y más conocedores de los recursos compositivos modernos. El mismo lo reconocía, era humilde en este aspecto, honesto con todos y con todo, y siempre sarcástico. De 1936 a 1877 no hizo nada más de composición. Sus obras parecen, en cierto modo, un acto de mimetismo con lo que el mismo interpretaba de otros. En su beneficio hay que decir que el prefería tocar obras de otros, a las suyas propias, a las cuales nunca concedió mucha importancia tampoco.
EPILOGO
No se si esto os valdrá de algo para conocer al verdadero Andrés Segovia, pero al menos es parte de lo que yo conocí y viví en mi trato con él. El maestro Don Áureo Herrero, que también le conoció en mucha profundidad, desafortunadamente murió hace años también, pero su hija Roció Herrero puede que también tenga anécdotas.
Bueno, lo que si se puede decir es que no es lo mismo ver al personaje como profesor o tutor, día tras día, que leer entrevistas ajenas sobre él.
Reunir artículos mas o menos superficiales de Segovia hechos por periodistas extranjeros, que escriben de oídas para revistas más o menos especializadas y que en definitiva no son más que entrevistas típicas de las que se hacen a un personaje famoso, no es tener información de primera mano, ni conocer al personaje con sus fallos y sus virtudes.
En esas entrevistas el personaje contesta un poco lo que le da la gana y no se puede comparar a haberlo conocido directamente en el día a día, donde se va trasluciendo poco a poco su carácter y sus ideas sobre su profesión, la guitarra y sus propios colegas.
/ Fernando de Salazar Serantes
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